Fue el icono del fútbol español en los años 20 y 30. Su imagen con gorra de tela y jersey de pico o cuello vuelto, según la estación del año, resulta inconfundible para los aficionados que aún saben de los méritos de aquel mítico portero apodado ‘El Divino’.

Ricardo Zamora aglutinaba las virtudes de un arquero de excepción: reflejos felinos, nervios de acero, fuerte personalidad y una gran seguridad bajo palos. Y una impresionante confianza en sus cualidades, tanta como para inventarse una parada propia, la 'zamorana', que consistía en despejar el balón con el antebrazo o codo: una suerte arriesgada y que pocos se atreven a replicar. Su leyenda en una cantera de porteros tan fructífera como la española es tan potente que incluso ha prestado su nombre al trofeo que distingue al arquero menos goleado de la liga nacional.

Podríamos considerarlo además el primer jugador español mediático, ya que fue protagonista de singulares anuncios y promociones en la incipiente industria publicitaria de los años 30. Como ejemplo, una cotizada colección de estampitas que colocadas en orden los niños hacían pasar rápidamente y reproducían en una secuencia ‘animada’ una parada de su ídolo.

Con oposición paterna
Zamora empezó a jugar al fútbol cuando ese deporte apenas se estrenaba en España. Con 16 años fichó por el RCD Espanyol, pero un enfado con la directiva motivó su salida al eterno rival de los periquitos en el año 1919. Y eso a pesar de la presión familiar que insistía en que continuase la carrera de medicina, siguiendo los pasos de su padre.

“Le había prometido a mis padres que dejaría el fútbol para terminar mis estudios. Pero seguía reuniéndome con amigos para jugar y la directiva del Barça vino a hablar conmigo. Poco les costó convencerme de que volviese a tomar los botines y los guantes”, recordaba el portero que jugó tres temporadas en el FC Barcelona donde ganó sus primeros títulos. Pero a golpe de talonario le convencieron para volver a su club de cuna con el que disputó las dos primeras ediciones de la Liga Española, que echaba a andar en 1928.

Zamora fichó por el Real Madrid en 1930 en lo que fue el traspaso más caro del fútbol español hasta la fecha: 100.000 pesetas para su ex equipo, 50.000 para él y un sueldo de 3.000 al mes (unos 600, 300 y 18 euros respectivamente). En la época se consideraba, 'el sueldo de un ministro'. En el club merengue, donde se retiraría en 1936, conquistaría otra dos ligas y dos Copas de España, y hubiera levantando dos ‘trofeos Zamora’ como portero menos batido de haber existido en aquel entonces el citado premio (en 1932 terminó con 15 goles en 17 partidos, y en 1933 con 17 goles en 18 partidos).

Se despidió profesionalmente con una actuación legendaria en la final de la Copa del Rey disputada apenas un mes después del estallido de la guerra civil española en 1936. En el duelo en Mestalla (Valencia) ante el eterno rival, el Barcelona, Zamora se erigió protagonista del 1-2 y acaparó los titulares de la prensa al día siguiente: “Zamora salvó el empate y sus posibles consecuencias peligrosas para el Madrid en una parada memorable”. Su acción deteniendo un gol cantado de Josep Escolá en la recta final del partido se consideró la clave del desenlace del partido y hasta la prensa catalana se rendía ante “la intución de uno de los más grandes futbolistas españoles de todos los tiempos”.

Héroe en Amberes
La fama internacional de Zamora se fraguó en los Juegos Olímpicos de Amberes en 1920, donde la selección española logró su primer gran éxito. La Roja se colgó la medalla de plata, luego de imponerse en la final de consolación a Holanda, y se acuñó una frase muy popular: “1-0 y Zamora de portero”, para resaltar su eficacia en la puerta, luego del primer partido que ganaron por ese resultado ante Dinamarca. El arquero salió a hombros del estadio por su heroica actuación en el que había sido su debut con la selección.

Zamora sería el capitán en la Copa Mundial de la FIFA Italia 1934 en la que España cayó en el partido de desempate de cuartos de final ante los anfitriones y a la postre campeones. Su retirada del equipo nacional tras 46 partidos se produjo en febrero de 1936 en un amistoso ante Alemania disputado en su ciudad natal de Barcelona.

La guerra civil truncó su carrera deportiva. Estuvo en busca y captura, fue prisionero en la Cárcel Modelo de Barcelona y se vio obligado a vivir en el exilio. Pudo regresar a su patria y a su pasión, el fútbol, tras el conflicto, pero a partir de entonces ya asumió el papel de estratega.

Fue entrenador del Atlético Aviación durante 6 temporadas en las que ganó 2 títulos de liga. También se sentó en el banquillo de Málaga, Celta de Vigo y Espanyol. Además fue seleccionador de España y de Venezuela.

Su leyenda ha traspasado el blanco y negro y aun hoy resuena en el imaginario colectivo del pueblo español. No podía ser menos para un mito que mereció el sobrenombre de ‘El divino’ y una divina comparación: “No hay más que dos porteros: Ricardo Zamora en la tierra, y San Pedro en el cielo”. Desde 1978, fecha de la defunción del catalán, ambos comparte la misma cancha.