Holandés gladiador, el último galáctico del Feyernoord. Segundo delantero con llegada o punta de referencia, siempre por el carril central, esa era la zona de influencia de Kuyt en la Eredivisie. Estuvo en todas las agendas, no fue azulgrana porque el Barça juega sin mediapunta; tampoco fue madridista porque le faltó una actuación sobresaliente en una gran cita, Eurocopa o Mundial, para ser mediático. Jugó en Alemania 2006, Holanda se quedó a medio camino y la cotización de Kuyt no subió como la espuma. El Liverpool le quería desde antes, Kuyt pidió tiempo, quería centrarse en el Mundial. Su sueño desde niño no podía permitir que el ‘mercato’ le hiciera perder el ritmo competitivo. Llevaba el ‘10’, jugaba de espaldas y de cara, tiraba el desmarque de apoyo con la misma facilidad que picaba en profundidad.
Era indiscutible, el equipo jugaba para él, líder y killer del área, no le hacía asco a marcar de tres en tres. Un futbolista que dejó huérfano al Feyenoord con su marcha. Tras él, no había nada. Su última temporada fue escandalosa, 33 partidos de liga para marcar 22 goles y dar 19 asistencias. Números estratosféricos. Firmar más de 20 goles era algo habitual, no era un reto sino una costumbre. Bota de Oro de la Eredivisie, MVP de la competición, todo eran premios individuales para un jugador nacido para marcar diferencias. Desde ese verano de 2006, los de Rotterdam no compiten, luchan por volver tirando de un equipo de viejas glorias al más puro estilo AC Milan.
En la selección tampoco fue fácil, la competencia era feroz, pero se hizo un fijo desde el primer día. Advocaat, más tarde Van Basten, el referente, podía elegir entre Van Nistelrooy, Kluivert, Makaay, y algunos otros que eran desequilibrantes de aquella como el todo terreno Van Hooijdonk, que tan pronto marcaba de falta directa como de jugada individual. Pudo con todos, indiscutible en la orange, algunos llegaron a compararle con Dennis Bergkamp, el príncipe elegante.
Su fichaje por el Liverpool de Benítez suponía un salto cualitativo, le esperaba Anfield, días de gloria y páginas de éxito por escribir. Soñaba con jugar en un grande, el Liverpool era un equipo leyenda entrenado por un referente, Rafa Benítez. Iba como escudero de Atila, el capitán Steven Gerrard, aunque ese verano la salida del Stevie estuvo más cercana que en ningún otro momento. Al final se impuso la ley Abramovich, llegaron Shevchenko y Ballack, Mourinho tenía un objetivo, uno sólo, Steven Gerrard aunque el gran capitán decidió dar marcha atrás cuando todo estaba perfilado. Su salida hubiera marcado un antes y un después, es el líder, la extensión de Benítez en el terreno de juego. Por jugadores como él y Kuyt, Benítez sigue teniendo una fe incondicional en el proyecto.
El estilo del fútbol inglés le venía de perlas, juego directo, choque y apertura a banda. Recibir de espaldas, hacer la pausa, y llegar al área, ese era el estilo Kuyt. No tardó en hacer la diferencia aunque su estilo fue cambiando, llegó como un ‘10’ siendo estrella y ahora es el mejor jugador interpretando el fútbol como un deporte colectivo desde una perspectiva de calidad. La mutación es una realidad, una exaltación de renuncia al egoísmo, pasar del ‘yo’ al ‘nosotros’ nunca es sencillo, entregar tu destino a la toma de decisiones de Rafa Benítez es un síntoma de confianza y respeto hacia alguien que siempre consigue darle más al futbolista de lo que le entrega. Ejemplos hay muchos, jugadores que con Benítez llegaron a ser internacionales pasando después al ostracismo cuando el entrenador dejaba el club.
Su llegada coincide con la de Mascherano, Bellamy, Pennant, Arbeloa, Leto, Paletta, Nabil El Zhar y la repesca de Cissé y Fowler. Época de cambios, Benítez buscaba un equipo con más recursos y variantes, elevar el nivel con la apertura de los mercados de fichajes. En su primer año, la final de la Champions, la final de Estambul. En Anfield hacia dupla con ‘el espárrago’ Peter Crouch, fuera de casa su compañero era Craig Bellamy. La estrategia del bloqueo con Agger, la calidad de Reina en la tanda de penaltis, el liderazgo de Gerrard, la mentalidad de Kuyt y un ajedrecista, Benítez, posibilitaban que el sueño de la Champions fuera una posibilidad para Kuyt, un jugador que vive para ganar.
En Atenas, 1-4-2-3-1, Kuyt sólo arriba con Gerrard por detrás. Ese era el plan inicial de Benítez, fue su último día. La entrada de Mascherano, tardó en ser indiscutible, obligaba a quitar un punta y a meter a Gerrard en la mediapunta. Se fue Crouch, llegó Torres, Kuyt se quedó sin sitio. Se fue a la banda, en la derecha, nunca protestó. Dejó de ser el referente. Síntoma de grandeza, otro hubiese pedido ser traspasado pero Kuyt nunca perdió de vista su objetivo, ganar. Quiere la Champions, el equipo la Premier, también existe un sueño, el Mundial de Clubes, una competición que se le resiste a los reds. La ansiedad puede ser el enemigo, la sed de victoria de los reds debe ser un factor ganador.
El sábado, en la FA, contra el Reading, el Liverpool salió como antaño, con Gerrard en el doble pivote y dos delanteros arriba, Ngog y Torres. Kuyt en la banda, como interior diestro, con el ‘18’. Los minutos por dentro son una rareza, ya puede faltar el que sea que Kuyt nunca abandona la banda. La entrada de segunda línea y la presión tras pérdida son sus virtudes, hacer una labor sorda para que otros, Gerrard o Torres, puede incluso que Bennayoum, se luzcan. No protesta, no dice está boca es mía, siempre alerta, dispuesto a sacrificar su gloria por el éxito de un equipo en apuros. Era un futbolista de 20 goles, ahora su objetivo es llegar a 10- 12, distraer y aprovechar los espacios libres que dejan los jugadores de primera línea.
Un ejemplo de su perfil, rendimiento sin regalar nada de cara a la galería, fue el gol de Gerrard contra el Reading, gol que supone seguir jugando en Anfield para pasar ronda. Ngog y Torres separan a los dos centrales haciendo un espacio libre por dentro en forma de laguna, a ese espacio llega Kuyt de segunda línea con una obligación, evitar el fuera de juego en la asistencia Gerrard de empeine interior. Kuyt se quedaba sólo ante el portero del Reading, la finalización era sencilla: control orientado y remate cruzado a la barra de atrás. Este arte lo domina a la perfección, tenía espacio y tiempo pero buscó la sorpresa, el pase de Gerrard con efecto y dirección a la portería le facilitó anotar un gol sin tocar la pelota, tirando de un amague ‘made in Pelé’. Hizo una finta, dejó pasar la pelota, confundió al portero con su movimiento, y esta se fue directa a la red. El gol subió al electrónico, la anotación para Gerrard pero el mérito de Kuyt, un jugador que ya nunca estará entre los grandes pero que nunca dejará de ser un número uno. Él nunca dejará que el Liverpool camine sólo.
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