Los culpables de que yo me animara a entrenar y me dedicara a enseñar a jugar a fútbol porque así fue como empecé, enseñando a niños de 5 y 6 años, fueron el mas grande Diego A. Maradona, recuerdo los partidos del mundial 82, tirado en el suelo delante del televisor , alucinado de su forma de jugar y desde entonces no lo deje de seguir y José Ramón de la Morena, si es curioso pero aun conservo un recorte de un articulo suyo que publico en el diario Marca un viernes 29 de Marzo de 1996, él jamas lo sabrá, pero ese articulo me hizo pensar y animarme, incluso ser valiente y librarme de mi timidez y dedicarme a eso, a enseñar. leerlo, aunque sea algo largo, se hace ameno y a los que tienen mi edad les recordara un tiempo que siempre fue bueno, el mejor, la infancia.
EL ANGELÍN
Depués de las fiestas de septiembre, el pueblo se quedaba marchito, como arrugado de la resaca. En la plaza el viento de otoño hacía que remolinos con los últimos restos de las guirnaldas y banderolas que antes colgaban lustrosas de punta a punta de los soportales. Comenzaba el colegio y ya lo había hecho la liga de fútbol. Por la tarde. don Agustin con dos palmadas ponia fin a la sesión escolar, comenzábamos aquellos interminables partidos de fútbol. El inmenso campo de tierra se nos quedaba demasiado grande y la porteria del fondo la acortábamos en distancia con una que formábamos nosotros don dos jerseys y una cartera.
El Angelín y Eusebio echaban a pies la elección de jugadores. Se colocaban uno enfrente del otro e iban pasito a pasito en el último espacio que quedase entre los dos. Ese era el que elegía primero. Después elegía el otro y así nos repartiamos en dos equipos de seis cda uno o de quince, según cuantos fuésemos. Alli nadie se quedaba sin jugar.
El Angelin era el mejor. Jubaga de defensa y llevaba el balón cosido al pie, levantaba la cabeza buscando algún compañero desmarcado y observaba a casi todos levantándole la mano:
- !mira ! ! mira ! ! solo ! ! solo !
El enjambre de muchachos le perseguían empujándole por detrás. El Angelin llebaga hasta la porteria del jersey y las carteras, hacía otros tres o cuatro regates más y miraba a quien pasar el balón. Todos seguíamos dándole voces a su alrededor:
- ! aqui ! ! aqui ! ! solo ! ! solo !
Al final el Angelín lanzaba un zurdazo que pasaba pegado junto a la cartera que hacía de poste:
- ! gol ! ! gol ! gritábamos unos.
-¿ que dices ? ! ha sido fuera ! chillaban otros.
Al final lanzábamos un corner. Cuando empezabamos a jugar contra pueblos de alrededor, al Angelín un señor que se pavoneaba con aires de entendido le llamó y le dio su tarjeta para que le visitase. Nosotros le preguntábamos :
- ¿ te han fichado, te han fichado ?
Mientras, el Angelín miraba con curiosidad y asombro aquella tarjeta. Ni al tio Eusebio ni a la señora Pilar les hacia pizca de gracia que el Angelín tuviese que ir a entrenarse dos tardes por semana. Más que otra cosa porque el Angelín con catorces años habia salido ya del colegio y estaba como aprendiz de ebanisteria:
- ! que es donde están los garbanzos !, decia el tío Eusebio.
El Angelín habría sido futbolista. Era fino, elegante, rápido y tenía una capacidad de sacrificio inmensa. De ese sueño le despertó de repente el empleado de la fábrica, una tarde, caundo el muchacho corría hacia el autobús con la bolsa de deporte en la mano:
- ! chaval ! - le gritó - si te vas, no vuelvas mañana.
Angelín se paró en seco y se quedó mirando la bolsa de deporte que colgaba de su hombro derecho. El encargado estaba en el puerta de la fábrica y fumaba con chuleria:
- Elige tú... el trabajo aquí... o la gloria del fútbol en Madrid.
Angelín no eligió la gloria y se hizo ebanista.
La otra noche, mientras televisaban el Juventus- Madrid, al Angelín se le nubló un poquito la vista y de repente volvió a soñar. Yo le vi, fue un instante, tan sólo unos segundos, pero le vi feliz en esa nube. Después, al abrir los ojos se palpó con disimulo su actual barriba embarazada de cerveza y tiró al suelo el cigarro que aplasto con la punta del zapato.
Finalizado el partido, en el bar el griterío de discusiones era inmenso. Nadie le plestó mucha atención, pero yo sí, yo le vi que lloraba por dentro al salir.
1 comentarios:
Muy bonitas las dos historias, la tuya particular y la de Angelín.
La de Angelín me hace pensar cuantos Angelines habrán sueltos por el mundo y también al revés, cuántos han centrado su vida en el sueño de ser futbolista y se han quedado en el camino (algún caso conozco, se iba a comer el mundo y ahora vende coches en un concesionario).
Y no sólo en el fútbol. Pasa en otros ámbitos, también en el de la música. Recuerdo que los dos hermanos que el próximo viernes llenarán el Palau Sant Jordi también recibieron la misma amenaza desde la fábrica donde trabajaban. Pero a ellos si le salió bien la apuesta. Y es que en esta vida quien no arriesga no gana.
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