“Cuando Diego Maradona saltó frente al arquero Shilton y le pasó la pelota con una mano por encima de la cabeza, el concejal Louis Clifton tuvo su primer desmayo en las Malvinas. El segundo, más prolongado, ocurrió cuando Diego dribleó a media docena de ingleses y consiguió el segundo gol de Argentina. Afuera un viento helado barría las desiertas calles de Port Stanley y las tropas británicas estaban en el cuartel oyendo, azoradas, cómo el pequeño diablo del Nápoli les arruinaba el festejo del cuarto aniversario de la reconquista de lo que ellos llaman las Falkland”, escribió alguna vez el escritor argentino Osvaldo Soriano (Mar del Plata 1943-Buenos Aires 1997; e hincha furibundo de San Lorenzo de Almagro) en una nota titulada ‘Maradona sí, Galtieri no’.
Por supuesto, Soriano no ha sido el único escritor que ha tenido una debilidad por el fútbol. En realidad la historia viene de tiempo atrás; han sido muchos (muchos y muy famosos y muy buenos escritores) los que han perdido la cabeza por el balón, los que han dejado las patadas por las letras.
En 1930, por ejemplo, el escritor Albert Camus jugaba de portero en el Racing Universitaire de Argel. Diez años más tarde, Camus se trasladó definitivamente a París y ahí estuvo buscando un equipo que lo admitiera bajo los tres palos. En esa época (la tuberculosis ya había aparecido en la vida del futuro premio Nobel) tuvo que dedicarse a contemplar el espectáculo desde afuera, en calidad de aficionado, y entonces decidió hacerse hincha del Racing París por una razón en apariencia sentimental: la camiseta azul con rayas blancas de su nuevo equipo francés le recordaba su antiguo equipo en Argel
En cambio Vladimir Nobokov, que también jugó como portero, nunca cayó en esa clase de sentimentalismos. Por un lado, el autor de Lolita odiaba el jazz, los toros, las máscaras folklóricas primitivas, la música ambiental, las piscinas, los camiones, los transistores, los insecticidas, los yates, el circo, los night clubs y el rugido de las motocicletas, por mencionar algunos ejemplos. Por el otro lado amaba el fútbol y algunos textos literarios. Nunca, sin embargo, dijo lo que dijo Camus: “cuanto de importante sé de la moral humana lo he aprendido en el fútbol”.
por Luis Fernando Charry
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