jueves, 3 de marzo de 2011

BILLY WRIGHT, UN HOMBRE DE OTRA EPOCA


William Ambrose Wright fue un hombre de los que ya no quedan. Pongámonos rancios, o consecuentes, y hablemos de códigos, fidelidades y héroes cotidianos. De lo bueno de la tradición, del limpiar las botas de los veteranos, de estrechar la mano una vez finalizada la batalla. Ese ambiente de amor al juego, en el que las cosas hay que hacerlas bien porque las cosas hay que hacerlas bien. O no se hacen. Con 14 años, Billy Wright asomó en los reservas del Wolverhaptom. Con 15, ya empezada la Segunda Guerra Mundial, debutó con el primer equipo. Con 23, era capitán. Con 25, levantó su primer trofeo, la FA Cup. Con 34, en el adiós, logró su tercera Liga inglesa. Y con 70, tras su muerte, sus cenizas fueron esparcidas por el césped del Molineux Stadium, donde una grada lleva su nombre, cerca de la estatua que resiste en su honor. Eterno, todo y leyenda.

La carrera de Billy Wright es, además, el reflejo de una generación, y una época. La generación de quienes vieron truncadas, o al menos interrumpidas, sus aspiraciones al estallar el conflicto bélico que asoló la misma Europa que el fútbol ayudó a reconstruir después, lamiendo heridas, secando cicatrices. Wright participó en varios encuentros, frente a Honved o Dinamo de Moscú, precursores de las conocidas competiciones continentales. La generación que vivió la explosión de la cultura popular, que incluyó en la bolsa de ídolos de consumo masivo a los pateadores del balón. Wright se casó con una de las célebres Berverly sisters. La época que subrayó el valor individual en un juego de esencia colectiva. Wright fue segundo, tras Alfredo Di Stefano, en la votación del Balón de Oro de 1957. Y la época en la que lo ahora natural era excepcional, y viceversa. Hombre de un solo club, primero en alcanzar las cien internacionalidades en el fútbol mundial, Wright se retiró con un asombroso registro. Jamás fue expulsado, ni siquiera amonestado. En más de medio millar de partidos. Los árbitros lo sabían, igual que los hinchas, igual que la dulce y melosa Joy Beverley entonces, igual que nosotros ahora. Coincidimos todos: William Ambrose Wright fue un hombre de los que ya no quedan.

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