martes, 3 de enero de 2012

EL FUTBOL ES MI SUEÑO

Una ilusión incontenible, la historia de héroes y villanos, la defensa de una bandera, de un escudo, un continuo desajuste entre la pasión de los aficionados y la frialdad de los profesionales. Un balón une a desconocidos, separa a amigos de siempre y sumergirse en la burbuja fútbol sirve para dibujar sueños, para vivir otras vidas y para olvidar que al día siguiente hay que volver a empezar. Ganar y perder, no hay mejor victoria que aquella donde ganan los que están a tu lado.


Crecer es morir, perder la inocencia es un paso más a un final conocido y es que por más que el fútbol sea eterno, las personas terminan marchándose con su recuerdo. Hubo un día donde todo empezó, la razón es desconocida. Nunca supe porque me gusta tanto, ni recuerdo quien me enseñó a jugar partidos en mi imaginación y a esperar con ansia el momento de irme a la cama para poder ser imparable, para ganar siempre y para ser el protagonista de las jugadas más imposibles.

Supongo que es un gen, quizás sea el balón o el color de las camisetas. Todo empieza sin tener ni una razón ni un porque, la pasión te inunda desde el primer segundo, un flechazo. Así le ocurrió a mi hijo, desconozco como acabará pero supongo que eso que pude ver en él será la historia de millones de niños, incluido yo. Ni caso al fútbol, ninguna atención al balón, lo suyo eran los coches y los garajes, jugar a cualquier cosa y divertirse con los trenes y los aviones en el caso de ausencia de coches.

Un día, visita a Trigoria. Tras ver el entrenamiento de la Roma todo cambió. Pidió un balón, más bien los quería todos. Cuando todos se habían ido salimos a jugar. Incansable, pase tras pase, balón tras balón y la tristeza de un padre que durante muchísimos años ha visto como en el fútbol de formación hay titulares y reservas e incluso hasta descartes. Tras ese día ya tiene camiseta y escudo, canta el himno y cada vez que ve una foto o una imagen en la tele se queda enganchado. Quiere pelotas de papel, le pega patadas a todo lo que se mueve porque todos vivimos soñando y es que hasta las chapas se convirtieron en su día en balón.

Volvamos a mi vida, la historia que puedo contar ya que es la mía. Tras años de sueños, y horas y horas explicando a mis padres todos mis goles de los recreos, llegó el momento de competir. Ser federado, aquello por lo que había luchado toda la vida… - seis años – tomaba forma. Un uniforme, una camiseta y unas medias, con un balón para todos. Había que sacar de banda, ¿qué era eso…? Había resultado, se ganaba y se perdía, y los buenos ya no eran los de la clase de al lado. El primer trofeo nos hizo dioses, jugaba en el mejor equipo del mundo por más que fuera el del colegio.

Con el primer título, la presión. Paso a paso dejamos de soñar, olvidamos que el fútbol no era más que eso, que nuestra imaginación había llegado mucho más lejos de lo que nuestras condiciones podrían. Empezaron los momentos malos, el frío y los entrenamientos donde te enseñaban una nueva realidad, de aquella pegar hacía arriba y correr. Presionar y poner toda la furia, dar tres toques estaba prohibido y los pequeños, por más talento que hubiera, estábamos mal vistos.

El fútbol se diluyó… unos llegaron más lejos que otros pero tras muchos años supimos que lo mejor de todo había sido el fútbol de la calle, los partidos del patio del colegio y las historias donde regateábamos a cinco en el último minuto para que España fuese campeona del mundo. Cómo éramos buenos chavales, ese gol no lo hacíamos nosotros sino que se la pasábamos a nuestro mejor amigo. La gloria en los sueños siempre es repartida.


por Marcos Lopez para futbolitis


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