1.- Realmente, no me imagino a Pellegrini acordándose de Gandhi antes de iniciar el camino por la Champions, pero sí parafraseándolo: “Seamos soñadores prácticos; sueños que no sean bagatelas en el aire. Lo que tenéis que querer es convertir vuestros sueños en realidad”. La Rosaleda sacó los pañuelos durante el himno para secarse las lágrimas de la emoción. Un verano difícil, un equipo mermado, sin Toulalan –alma– y allí, todos presentándose sin el mejor vestido aunque con la mejor cara y una sonrisa de oreja a oreja que vistió al Zenit de cómplice en lugar de enemigo y le obligó a abandonar el césped sin haberse sentido partícipe de la fiesta con la que todos disfrutaban.
2.- El abismo te hace temblar, pero una vez superado, sin duda, te hace fuerte no haber caído. Resulta complejo explicar la situación de un equipo por su carácter y el binomio afición-plantilla, pero en este Málaga del brillante creador Manuel Pellegrini, hay pocas palabras que definan más a un grupo que unión y confianza. No solo el Zenit lo ha padecido –aunque sufriera su máxima expresión–, sino que el Levante o el Panathinaikos ya vieron como se volcaba sobre ellos un muro de piedra compacta que en su brillo posicional y pragmático resultaba invulnerable en cualquier flanco.
3.- Pellegrini, sin Toulalan, removió el esquema para defender arropados en 4-3-2-1. Era secuencia romboidal más arropada que el fin de semana y volcada hacia la banda izquierda, donde Eliseu (interior abierto) protegió a Monreal y, cuando menos, molestó las que iban a ser previsibles intentonas de Hulk. La intención no era contar con un hombre con más talento defensivo, sino con un cuerpo más que impidiera por física más que por conocimiento el progreso del brasileño.
4.- El baluarte del ataque fue Isco en su versión más dominante de lo ancho del campo. Eliseu en la misma banda de su arranque le favorece la riquelmización para bajar al inicio, saltar peldaños de la jugada con conducciones y ser tremendamente imprevisibe. Dominaba a lo ancho las espaldas del maravilloso Denisov y desconcertaba a las ayudas apoyado en la mariposa Portillo, que voló con ímpetu durante el primer tiempo. Estratosféricamente creativo y con la ayuda de Bruno Alves –el peor del Zenit– llegó el primer gol. Y el segundo. Y pudieron llegar más porque recular ante un rival dentro del área es regalar partidos.
5.- Los primeros 25 minutos estuvieron solidificados por la zona interior derecha donde agitaron Portillo, Joaquín y Gámez –fijó a ratos como extremo–, quienes tuvieron superioridad posicional, espacial y una dosis de activación mental. Ante la igualdad de efectivos, distraía Isco (más suelto que de costumbre) para desnivelar y adueñarse de continuos ataques en forma de martillo. Al Zenit le interesaba transitar; al Málaga, dominar. Pero no solo horizontalizó –que fue lo menos–, sino que verticalizó con Joaquín y Eliseu a partir de tres cuartos. Pausa y vértigo, pausa y vértigo. Y la ventaja de tener al sobreadaptado Saviola: flota sobre la defensa sin ser referente, lo que le permite recibir siempre lejos, pero cerca; ofrece asociación corta y desmarques cortos, amén del olfato. Es un fichaje diferencial a estas alturas.
6.- La salida de Iturra en el descanso cambió el esquema y el rumbo en medida. El 4-4-2 habitual de Pellegrini pasó a ser mucho más apreciable con un usual doble pivote, Eliseu cambió de banda e Isco fue, como la temporada pasada, a la izquierda. Iturra dio fuerza e intensidad al centro del campo, aunque también se soltó. Fue más estable y sujetó a los interiores del Zenit, que incorporó a Bystrov antes del descanso, con lo que sumaba un jugador atacante más que podía descompensar sobremanera el rigor táctico del Málaga, que comandaba un tipo rubio que si hubiese tenido canas le hubiesen llamado Toulalan. Camacho se pareció más que nunca. No achica tanto (es imposible), pero recupera y su inicio es más favorable y rápido que el del francés para el juego de posición del Málaga.
7.- Pese a ser un equipo manifiestamente ofensivo, el Málaga obtiene una posesión muy alta en zona de tres-cuartos, lo que le exime de mantener el balón en el habitualmente no demasiado capacitado centro del campo, pero sí en cortas asociaciones horizontales –en este partido, bastante más verticales que de costumbre– que funcionan como péndulo y que tienen su eje en el pase de corto recorrido. Se entiende así, por sus características, la adaptación de Saviola y la variable que ofrece alguien tan dinámico como Joaquín.
8.- En el evidente deseo de transitar del Zenit se ocultaba la facilidad del Málaga para hacerlo. Los de Pellegrini lo hacen mejor, pero lo necesitaban menos; los rusos lo necesitaban porque en ‘estático’ no encontraron demasiadas fisuras. El Málaga no defendió bien el espacio entre Camacho y los centrales, pero achicó dentro del área, Monreal sujetó a Hulk e Ignacio evitó cuanto pudo –que fue much–. Prácticamente, y seguramente con intención, solo pudo rematar con claridad Kerzhakov, el único capaz de flotar entre Demichelis y Weligton, pero el más desafortunado.
y 9.- El Málaga terminó la fiesta de Isco, Pellegrini y los suyos con dominio absoluto del contraataque, aprovechando la fisura del Zenit en la transición defensiva. El partido sentenciado, La Rosaleda a coro emocionada y emocionando, y el mejor homenaje que se pudo brindar Isco: disfrutar del balón. El sueño comenzó para el Málaga con una victoria más vibrante que trabajada. Cede dominio para tener espacio, tiene balón para sentirse a sí mismo. Convive en opuestas situaciones con relativa felicidad. Esto es: ‘darwinismo’ puro. Sobrevivirá el que mejor se adapte al medio. Y este Málaga no solo sobrevive, sino que disfruta con numerosos contextos distintos. Fútbol total en un peldaño por debajo de la excelencia.
* Fran Alameda es periodista
- Fotos: Sergio Torres (AP)
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