Arrigo Sacchi puede explicar unas cuantas cosas del fútbol como cultura. Su celebrado Milan siempre fue observado con recelo en Italia, donde se entendió que aquel equipo llegaba para destruir los principios básicos del calcio. Italia adora el contragolpe, la especulación, el desprecio por los riesgos, la astucia y el gol oportunista. En Italia triunfó el catenaccio como una forma de vida. Gianni Brera, el venerable periodista de L’Reppublica, decía que Italia era una mujer que debe defenderse y proteger su virginidad, y lo mismo pensaba para su estilo de fútbol. Brera, como la mayoría de los italianos, creía que Sacchi era el anticristo destinado a acabar con un modelo interiorizado por toda una nación de fanáticos. El entrenador italiano por excelencia era Trappatoni. Sacchi era un intruso extranjerizado. Nunca se hizo más evidente la sospecha que en su etapa como seleccionador.
Costaba soportarle en el Milan, pero en la selección de ninguna manera: ese hombre era un peligro.La revolución de Sacchi fue doblemente laboriosa. No sólo introdujo nuevas perspectivas en el fútbol, sino que lo hizo en el país más incómodo para aceptarlas. Sacchi no se había distinguido por una meritoria carrera como jugador. Desde joven se distinguió por la curiosidad y las obsesiones. Viajó por Europa, tomó nota de lo que vio, descartó lo prescindible y se forjó un universo que trasladó al Parma, equipo de la Segunda División que cautivó a un ambicioso empresario milanés. Como Sacchi, Silvio Berlusconi también tenía un plan. Se hizo cargo del club después de un corrupto periodo que se cerró con el descenso administrativo a Segunda. Berlusconi sabía que el fútbol es un motor imparable de pasiones, que el Milan era una de las sociedades más prestigiosas del mundo y que el éxito en el fútbol tiene un incomparable efecto publicitario
Berlusconi fichó al desconocido Sacchi como entrenador de un equipo que había vivido bajo el imperio de la Juventus. El nuevo técnico quería marcajes zonales, la defensa más cerca del medio campo que del portero, la utilización del fuera de juego como arma disuasoria para los rivales, un dinamismo abrumador y un mensaje dominante. El Milan no había nacido para ser dominado.
Todo esto significaba la máxima exigencia, una atención absoluta a todos los detalles tácticos, el compromiso de todo el equipo con las ideas de Sacchi. Cualquier imperfección, cualquier hereje, colocaba al equipo en una situación crítica. El técnico exigía a los jugadores unas convicciones tan indeclinables como las suyas.
Aquel equipo legendario surgió entre dudas y terminó triunfal. Era un ejército de generales. En un periodo de cinco años se reunieron luminarias como Baresi, Maldini, Ancelotti, Rijkaard, Donadoni, Gullit y Van Basten. Los tres holandeses eran jóvenes, poderosos y versátiles. Añadieron una inigualable capacidad atlética a un equipo aplastante. El Milán ganaba por organización, despliegue, atención a los detalles y clase. Era un equipo rotundo. Había un desgaste enorme en el capítulo físico y mental. Finalmente al equipo le resultaba gratificador descansar en el matemático ejercicio defensivo de Baresi.
Italia asistió con estupor a los arrolladores años del Milan de Sacchi. Su hegemonía fue menor en el calcio que en Europa, donde su modelo causó una admiración ilimitada. Baresi, un futbolista que tenía un toque discreto, se convirtió en el defensa perfecto. Su cabeza contenía todo el libro de instrucciones de Sacchi. Manejaba los movimientos de la defensa como un director de orquesta. Había una belleza insospechada en el perfecto ejercicio defensivo del Milan, el equipo que amargaba la vida a los delanteros, obligados a pensar demasiado, a jugar contra su naturaleza, a preocuparse por la astucia de los defensas cuando toda la vida ha sido al revés.
Aquel Milán frustró a otro gran equipo, el Madrid, y pareció inaccesible durante cuatro o cinco años. No había mejor defensa que Baresi, mejor lateral que Maldini, mejor medio centro que Rijkaard, mejor todocampista que Gullit y mejor delantero que Van Basten, en cuya elegante figura se reunían las mejores cualidades del equipo. Preciso, genial si era necesario, incontenible cuando era necesario, sutil si lo requería la ocasión, ganador siempre, Van Basten terminaba en el área lo que Baresi comenzaba en la defensa. La trayectoria fue fascinante, pero la exigencia tenía un precio. La obsesión de Sacchi le ocupaba todos los minutos del día. Un día se acercó a Van Basten mientras el jugador almorzaba. Quería precisar un detalle del juego, un problema menor que a Sacchi le parecía inaplazable. Van Basten no aguantó más. Se giró y miró a Sacchi. “Mientras como, no”, contestó. Se acababa un ciclo fascinante.
Interesante artuculo sobre el Milan, escrito por Santiago Segurola para Marca el
1 de Noviembre de 2007
6 comentarios:
Gran artículo de Segurola... Por cierto, uno de los buques insignias del grupo Prisa (Ser, Canal +, Cuatro) que se ha incorporado a Marca. ¿Cuánta pasta le habrán soltado?
Respecto al Milan de Sacchi, pues un equipo de leyenda, toda una filosofía de juego pero que triunfó porque jugaron jugadores de la talla de Maldini, Costacurta, Donadoni y los extranjeros Gullit, Van Basten, Rijkaard, Savicevic, Boban, Papin (cómo me gustaba el francés)...
Otro punto que es curioso, que se le escapa al propio Segurola es una reflexión que si quieres puedes retomar y estudiar. ¿Cuántos jugadores de ese equipo se han convertido en entrenadores? ¿Cuántos jugadores del Dream Team? ¿Será casualidad? Igual me animo y lo hago yo para mi blog...
supongo que mucha pasta le habran soltado, algunas tardes lo escucho en radio marca, lo de Papin, creo que estas mal de la cabeza, fallaba mas que una escopeta de feria, pero respeto tu opinion, tengo una par de articulos de segurola hablando del Barça de Cruyff, ya los colgaré, y por cierto te animo por supuesto a que escribas sobre el tema que expones
¿Que Papin fallaba? Creo que lo estás confundiendo con Velko Iotov o con Alfarito Moreno...
Jean-Pierre Papin es un ex futbolista francés. Pelé lo nombró como uno de los 100 futbolistas vivos más importantes en 2004.
Papin anotó 30 goles para la Selección de fútbol de Francia en 54 partidos de 1984 a 1995. Ganó con la selección francesa la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, jugó el Mundial de México 1986, en donde Francia acabó tercero, y también en la Eurocopa 1992 en Suecia.
En el nivel del club, anotó 157 goles en 254 partidos con el Olympique de Marsella.
Carrera [editar]1983 - 1984 : INF Vichy (Francia) 29 partidos, 10 goles
1984 - 1985 : Valenciennes Football Club (Francia) 33 Partidos, 15 goles
1985 - 1986 : Club Brugge KV (Bélgica) 35 partidos, 26 goles
1986 - 1992 : Olympique de Marseille (Francia) 244 partidos, 185 goles
1992 - 1994 : Milan AC (Italia) 53 partidos, 25 goles
1994 - 1996 : Bayern de Munich (Alemania) 35 partidos, 6 goles
1996 - 1998 : Girondins de Bordeaux (Francia) 57 partidos, 22 goles
1998 - 1998 : En Avant Guingamp (Francia) 9 partidos, 3 goles
jajajaja, si se quien es Papin y a pesar de ese historial sigo con lo mio fallaba mas que una escopeta de feria, por cierto Pele esta viejo y se le va un poquito la olla cosas de la edad
Amigo Falcao, mírate los números. 157 goles en 254 partidos es una media de 0.61 por partido en Francia.
Y en Italia 25 goles en 53 partidos, un 0'47 goles por partido.
Las matemáticas nunca fallan.
no si los numeros no fallan , pero lo he seguido durante mucho tiempo y lo vi jugar muchas veces y fallaba muchisimas ocasiones de gol, imaginate todas las que pudo meter, salvando las diferencias incluso su juego es distinto por ocasiones falladas se le puede comparar a Fernando Torres
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