miércoles, 23 de enero de 2008

MIS DEBILIDADES ITALIANAS



Articulo publicado por Santiago Segurola
Mi conflictiva relación con el fútbol italiano comenzó de niño. Se puede decir que es un trauma infantil. Si no está superado, merece el diván de un siquiatra, pero también se trata del fastidio que produce aquello a lo que más se admira. El mundo es una cosa, Italia es otra. Es el más humano de los países, si el término sirve para definir al hombre con toda su grandeza y sus pequeñas miserias. En el caso de Italia, hasta sus debilidades producen una mezcla de ternura y simpatía. Cuando se trata de belleza, de sabiduría popular, del placer de vivir, Italia es insuperable. Es una pena que su fútbol no responda a la apasionada relación de los italianos con la belleza. Su aproximación al fútbol es febril, pero no festiva. Hay más cálculo que espontaneidad. La táctica se impone a la improvisación. La estética pierde frente a la guerra. No siempre es así, pero cuando se habla de fútbol italiano, cualquiera sabe en qué consiste.
Por volver al momento de la iniciación, recuerdo a un Inter plagado de estrellas: Facchetti, Burgnich, Corso, Luis Suárez, Mazzola. Había ganado la Copa de Europa en 1964 y 1965. Fue el equipo que terminó con la gloriosa época de Di Stéfano en el Real Madrid. En la memoria queda algún partido en blanco y negro, la niebla en San Siro, las altas verjas que separaban las gradas del campo, las galopadas de Mazzola, el sutil juego de Corso, los pases de Luis Suárez y la figura imperial de Facchetti recorriendo la banda izquierda. Había muchas razones para que aquel equipo jugara bien y ganara mucho. Y es cierto que ganó mucho, pero pronto desdeñé su juego.
En 1967, un puñado de jugadores escoceses se enfrentó al poderoso Inter de Milan. El Celtic de Glasgow podía tener la mística del fútbol británico, pero el equipo italiano era el favorito indiscutible en la final de la Copa de Europa. Era la primera presencia de los británicos en la final de la competición. En Europa no se sabía mucho del Celtic. La mayoría de los grandes jugadores escoceses jugaba en Inglaterra. No se discutía el prestigio de Dennis Law (Manchester United), Billy Bremmer (Leeds United), Charlie Cooke (Chelsea) y Jim Baxter (Sunderland-Nottingham Forest), pero del Celtic no había muchas noticias en Europa.
Aquella tarde, en Lisboa, el Inter se adelantó en los primeros minutos. Anotó un penalti y comenzó a jugar el partido que le gustaba. Un partido que festejó el catenaccio, que es una manera flagrante de traicionar la generosidad del fútbol. El Inter se replegó, renunció a jugar la pelota y confió en una nueva victoria a través de su mezquina táctica. De repente, se levantó una marea escocesa. El diminuto Jimmy Johnstone comenzó a torturar a Facchetti, los centrocampistas llegaban con tanta insistencia que los defensas italianos cada vez se refugiaban más cerca del portero Sarti. Mazzola, Luis Suárez y Corso dedicaron todo su esfuerzo a contener a los rivales. En nombre del catenaccio, aquellos fantásticos jugadores abandonaban sus mejores cualidades para convertirse en operarios defensivos.
Sorprendentemente, el invulnerable cinturón defensivo del Inter fue reventado por los escoceses. El ataque se impuso a la defensa. El juego venció al cálculo. Ganó el Celtic de Glasgow en una final inolvidable. Por desgracia, el catenaccio y sus sucedáneos no perdieron su magnetismo entre los equipos italianos. Ni tan siquiera cuando el Ajax convenció a Europa de los beneficios del juego de ataque, los italianos se sintieron inclinados a variar sus costumbres. Al Milan de Sacchi se le miró con sospecha en su país, donde en nombre del resultado se han perpetrado tropelías terribles. El “caso Moggi” y la desbandada de aficionados de los estadios señalan este efecto en el fútbol italiano.
La posición crítica con respecto al fútbol italiano es la de un admirador de Italia. Por eso mismo, algunos de sus jugadores figuran entre mis preferidos, en algunos casos por su función de resistentes frente a una cultura que les rechazaba. Estos son mis favoritos:


Giacinto Facchetti (Inter). Era alto, rubio y fundamentalmente diestro. Jugaba de lateral izquierdo en el Inter de Helenio Herrera. Resultaba inhabitual ver a un futbolista tan alto en una posición que generalmente estaba reservada a zagueros pequeños y ágiles. Aunque los laterales izquierdos brasileños se han hecho célebres por su importancia en el juego de ataque, los italianos se anticiparon con Facchetti, cuya trascendencia en el juego del Inter resultaba capital. Con su larga zancada, perforaba el costado izquierdo, abandonado por Corso para abrir una vía de progresión al lateral. Facchetti marcó 75 goles, sirvió muchos más y generó problemas casi irresolubles para los rivales.
Gaetano Scirea (Juventus de Turín). Un viejo debate en Italia: ¿quién ha sido mejor, Scirea o Baresi? Cada uno de ellos representa una manera de intepretar el fútbol. Como futbolista puro, Scirea tenía muchas más cualidades que Baresi. Posiblemente ha sido el mejor líbero del fútbol europeo. Y en Italia, la palabra líbero significa mucho. En los años setenta y en los ochenta, Scirea era el último defensa de la Juve y de la selección. Elegante, con un toque perfecto para el pase, con recursos para regatear, pasar y rematar, Scirea era una versión menos efectista, pero más acabada y eficaz, que Beckenbauer. Como defensa apenas tenía tacha, pero sus apariciones en el ataque eran fascinantes. Un jugador completo: competitivo, exquisito, con una capacidad de liderazgo decisiva en la Juve y en la selección italiana.
Franco Baresi (Milan). Scirea disponía de más cualidades que Baresi, pero el defensa del Milan no ha admitido comparación como líder de una línea defensiva, de todo un equipo, porque una condición básica en la hegemonía del Milan fue la eficacia de su defensa. A diferencia de Scirea, Baresi se consagró en un sistema zonal. Con Baresi, el fútbol italiano salió de la cueva para aventurarse hasta el medio campo. Baresi no golpeaba bien a la pelota, ni se distinguía como pasador. Su grandeza era intelectual. Tenía el partido en la cabeza. Dirigía los movimientos defensivos del Milan como Von Karajan. La defensa del Milan trituraba a los equipos rivales con toda clase de soluciones defensivas, casi todas de una sutileza no conocida hasta la aparición de aquel equipo admirable, encabezado por Franco Baresi.
Antonio Cabrini (Juventus). En la gran tradición de laterales izquierdos italianos, Antonio Cabrini significa la alegría del ataque. Era un correcto defensa y un jugador tremendo por su influencia sobre el campo. Zurdo absoluto, era la antítesis de Gentile. Generalmente, el lateral derecho italiano ha sido un especialista defensivo, sin nada que decir en el ataque. Burgnich, Gentile, Bergomi representan esta tradición. Cabrini viene de Facchetti, y ahora Grosso, con menos vuelo, viene de esa clase de laterales izquierdos. Cabrini no era cualquier cosa cuando recorría el costado izquierdo. Se asociaba con los centrocampistas, tiraba unos centros magníficos y remataba como el mejor desde la media distancia.
Bruno Conti (Roma). A Bruno Conti se le recuerda por su extraordinaria actuación en el Mundial de España. Con eso bastaría. No se le recuerda mucho más porque jugó en el Roma cuando la Juve dominaba el fútbol italiano con mano de hierro. Conti era el engaño en movimiento. Zurdo por naturaleza, convenía no fiarse de su zurdera. De repente hacía una diablura con la derecha. Futbolista que hizo un arte del amago, no era especialmente rápido, pero su habilidad no encontraba respuesta. Escondía la pelota como pocos en el fútbol y se movía en espacios mínimos como si fueran fincas. Astuto, buen rematador, gran tirador de faltas, Conti es un grande no suficientemente reconocido fuera de Italia.
Franco Causio (Juventus). Le llamaban Il Barone. Jugaba con una majestad que se hacía más evidente porque no asustaba por su físico. Ligero y sereno, se le adoraba en la Juve porque ponía el definitivo toque de sutileza al equipo. Aunque su posición habitual fue la de extremo derecho, la idea del fantasista, tan querida en Italia, se adecuaba a Causio perfectamente. Aunque formó parte de la plantilla que ganó el Mundial de España, sus mejores años habían quedado atrás.
Gianfranco Zola (Nápoles-Parma-Chelsea). El pequeño sardo sufrió tres problemas casi insuperables. Heredó el diez de Maradona en el Nápoles, compitió con Baggio por un puesto en la selección italiana y sufrió las inclementes condiciones que Italia ponía a jugadores estrictamente creativos. A una edad tardía, Zola fue fichado por el Chelsea. Se había forjado una excelente carrera en Italia, pero fue en Inglaterra donde se apreció a Zola en toda su grandeza. Sacchi le prefería a Baggio, pero Italia prefería a Baggio. La disputa entre los dos jugadores planeó sobre el Mundial de Estados Unidos 94, algo parecido a lo que sucedió entre Rivera y Mazzola en México 70. Zola triunfó en el Chelsea porque el fútbol inglés estaba más dispuesto a valorar la diferencia. Y el jugador italiano era muy diferente a los demás en la Premiership: todo ingenio y sutileza, Zola creaba genialmente desde la media punta, sin olvidar su instinto para el gol, tanto en los remates de media distancia, como en los tiros libres. Su influencia en el cambio del fútbol inglés fue enorme. Su ascendencia sobre sus compañeros tampoco era desdeñable: era un líder silencioso, pero de una pieza.
Roberto Baggio (Fiorentina -Juventus -Inter-Milan-Brescia). Si Zola encontró en Inglaterra su tierra de promisión, Baggio no salió de Italia. Fue figura en la Fiorentina de finales de los ochenta, donde su rapidez y habilidad le hicieron ídolo. Baggio era el fantasista por excelencia. Ligero y directo, estaba destinado a marcar época. No había duda sobre su destino: uno de los equipos grandes de Italia. Pasó por todos: Juventus, Inter y Milan. En todos fue infeliz. No había sitio para un jugador que, una vez perdida su velocidad, no interesaba por su irrelevancia defensiva. Sin embargo, le quedaba una última bala. Fichó por el modesto Brescia y reactivó su carrera. El equipo giró a su alrededor y Baggio sacó un brillante repertorio. Intuitivo, con raptos geniales, finísimo en la definición, excelente pasador, Baggio se dio el placer de disfrutar por fin del fútbol. Casi nada.
Totti (Roma). Como todos sus predecesores en la media punta, Totti ha sido un jugador muy discutido, especialmente en la selección italiana, donde no ha cumplido el relevante papel que le corresponde en el Roma. Pero Totti es el mejor jugador italiano de los últimos diez años. Inflamable, a veces inseguro, pero extraordinario. Tiene todo como delantero: es rápido, potente, ingenioso, goleador, magnífico en el pase, capaz de resolver casi todas las situaciones. Su problema remite al de Conti, aunque, por fortuna, la globalización del fútbol y las nuevas tecnologías acercan el fútbol de todo planeta a los aficionados. Totti juega en el Roma, y eso le impide una exposición mediática comparable a la de los jugadores del Milan, Inter o Juventus. No importa. Ha aceptado que es un romanista para siempre y juega como nunca.
Para mi opinión faltan Zoff, Maldini,Antonioni y Del Piero, pero de todos los que el ha expuesto sin duda alguna me quedo con Gaetano Scirea, IMPRESIONANTE jugadorazo, es mas estuve a punto de poner Scirea en vez de Falcao, daba gusto verlo jugar, y Antonioni ( creo que se escribia asi ) grandisimo jugador.

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4 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi me perdonais, pero yo soy de Baresi. Sin lugar a dudas el más grande. El jugador más inteligente que he visto, qué bien tiraba la defensa arriba, qué bien lo hacía. Yo conozco a un equipo que intenta jugar de forma parecida.., y a veces, pese a los árbitros que les arbitran, le sale bien.

En segundo término, soy de Maldini.

Raul dijo...

Sólo te diré una cosa, que Baresi lo tengo yo en mi plantilla de infantiles, que lo sepas...jejejeje, sino te lo crees puedes preguntar por Adrian!

SALUDOS.

Javi G. Rigol dijo...

Es cierto que Baresi ha sido un pedazo de defensa, es mas todo un sistema de juego se baso en el, en su juego y se amoldo para que el lo aplicara, pero es que Scirea, era elegante, tecnico inteligente, como Baresi pero con mas calidad, era un 5

Anónimo dijo...

Para Raul. Pregunta quién le puso el mote de Baresi, es más el pobre no sabía ni quién era y tuvo que buscarlo...

Para Javi, no puedo hacer comparación no vi jugar a Scirea, para mí el fútbol empieza con el Milan de Sacchi.

 
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