Giorgio Long John Chinaglia fue el corazón de aquel equipo de "locos, salvajes y sentimentales, simpatizantes fascistas, pistoleros y paracaidistas, jugadores de azar y bailarines de club nocturno; era un equipo dividido en clanes, con dos vestuarios; quien entraba en la habitación errónea corría el riesgo de encontrarse con la amenaza de una botella rota bajo el cuello". La frase es de Guy Chiappaventi, periodista, tifoso laziale y autor de Pistolas y balones, un libro sobre aquel grupo salvaje que dio al Lazio, en 1974, un inolvidable título de Liga.
Chinaglia, un ariete de fuerza descomunal, era jefe de un clan. El jefe de la otra facción era el lateral izquierdo, Gigi Martini, hoy diputado posfascista. "En aquel equipo", recuerda Felice Pulici, el portero, "llevábamos pistola más o menos todos". En las concentraciones disparaban contra las farolas, las lámparas del hotel o los tifosi del Roma. El interior Luciano Re Cecconi murió durante un atraco fingido: un joyero vio el arma, no cayó en la broma y disparó. Long John Chinaglia usaba una Mágnum del calibre 44, capaz de atravesar paredes.
Aquel grupo indeseable, pero triunfal, estableció la ecuación que identifica al Lazio con el fascismo. Decenas de miles de seguidores laziales de todas las coloraciones políticas querrían romper la ecuación a martillazos, pero es inútil porque existe en ella una verdad matemática: la ultraderecha domina la grada. Di Canio, el delantero con la efigie de Mussolini tatuada sobre la piel, abandonó el equipo tras la pasada temporada. Ya nadie en el césped saluda brazo en alto. La sombra fascista, sin embargo, emerge de nuevo.
Esta semana han sido detenidos Fabrizio Piscitelli, alias Diabolik, Fabrizio Toffolo, Yuri Alviti y Paolo Arcivieri, fundadores y jefes de Los Irreductibles, definidos por el fiscal como "el grupo más fascista, racista, homófobo y antisemita" de entre todos los grupos fascistas que, del lado del Lazio y del lado del Roma, pueblan la grada del estadio Olímpico. Los cuatro son acusados de ejercer como mamporreros del mítico Long John Chinaglia, residente en Estados Unidos, sobre el que pesa una orden de arresto.
Según el fiscal, Chinaglia quería adueñarse de la sociedad e inventó una oferta de compra de un supuesto grupo inversor húngaro.
Mientras decía representar a los fantasmagóricos húngaros con papeles falsificados en Nápoles y agitaba la falsa oferta para especular en bolsa con las acciones del Lazio, Los Irreductibles amenazaban al actual presidente, Claudio Lotito, y al entrenador, Delio Rossi, con el fin de que uno vendiera a cualquier precio y el otro abandonara. Más concretamente, amenazaban a las esposas de ambos con llamadas telefónicas de contenido irreproducible. Los cuatro ultras, con un largo expediente judicial, ya se veían como directivos de la mano de Long John.
Chinaglia fue una vez presidente del Lazio, en 1983. Sólo consiguió el descenso a Segunda. Luego se dedicó a comprar y vender otras sociedades futbolísticas italianas y a organizar eventos deportivos desde Nueva York. Pero entre Chinaglia y el Lazio existe una atracción fatal, un vínculo indestructible y ruinoso para ambas partes. Chinaglia quiso volver. La grada se pasó meses vitoreando su oferta de compra y vituperando al presidente Lotito. Ahora Chinaglia es un fugitivo.
Buena parte de la grada, hija del mito del grupo salvaje de 1974, sigue estando, pese a todo, con Long John Chinaglia y con Los Irreductibles. Los cuatro ultras detenidos tienen entre 40 y 46 años de edad: eran niños cuando se ganó aquel scudetto de los balones y las pistolas. La maldita ecuación debió de quedárseles grabada en el alma.
por Enric González
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