martes, 25 de noviembre de 2008

MARADONA Y LOS HÉROES

Interesante artículo de Mario Vargas Llosa escrito durante el Mundial celebrado en España en 1982. Interesante por lo que atisbaba el autor en aquel jugador y por la prosa, siempre maravillosa, del escritor peruano (de sus opiniones discrepo algo más).



RESPLANDECIENTE.-Como el día del partido inaugural, frente a Bélgica tuvo un desempeño opaco, muchos se preguntaban de dónde, desde cuándo y por qué el mito Maradona. Después del partido de Argentina contra Hungría, que el pequeño astro iluminó de principio a fin con el fuego de artificio de su sabiduría, ya nadie lo pone en duda: Maradona es el Pelé de los años ochenta. ¿Un gran jugador?. Más que eso: una de esas deidades vivientes que los hombres crean para adorarse en ellas.

ENTRE LOS MONSTRUOS.-Por un período que será fatalmente breve -este es el más absoluto y el más fugaz de los reinados- al argentino le toca ahora ser, para millones y millones de personas en el mundo, lo que fueron, en sus también rápidos turnos imperiales, Pelé, Cruyff, Di Stéfano, Puskas y algunos otros: la personificación del fútbol, el héroe es quien este deporte se hace cifra y emblema. Los mil millones de pesetas que, se dice, ha pagado el Barcelona por incorporarlo a sus filas son una prueba rotunda de que Maradona ya accedió a ese trono y, a juzgar por lo que fue su actuación ante los húngaros, y el eco que ella ha tenido en el público, este Mundial demostrará que el "Barca" ha hecho una inversión rentable. Diez millones de dólares es mucho dinero por un simple mortal que patea la pelota, pero no es nada si lo que en verdad se compra es el mito.

ESA CARA NO SE OLVIDA.-Maradona es un mito porque juega maravillosamente, pero también por su nombre y su cara se graba en la memoria al instante y porque, por una de esas indescifrables razones que no tienen nada que ver con la razón, de entrada nos parece inteligente y nos cae simpático. ¿Tiene algo que ver esa impresión con su estatura? En el partido contra Hungría, viéndolo operar entre esos saltos y fornidos defensas magiares que se relevaban con patética ineficacia por contenerlo, uno tenía la alentadora impresión de que hay una justicia inminente, de que también en el fútbol es cierto eso de que más vale la maña que la fuerza, de que lo que cuenta, a la hora de patear la pelota, no son de ningún modo las patas, sino la fantasía y las ideas.

PEQUEÑO MUY FUERTE.-Sin embargo, a pesar de su estatura, Maradona no da la sensación de ser frágil, sino alguien fuerte y sólido, acaso por esas piernas robustas, de músculos salientes que resisten sin menoscabo los encontrones de los defensas adversarios, no importa cuán altos y fuertes sean. Esa cara de muchacho soñador, ingenuo, lleno de buenas intenciones, le sirve de maravilla para engatusar a los desmoralizados bípedos encargados de cuidarlo, porque lo cierto es que, a la hora descargar y jugar recio, también sabe hacerlo y con un ímpetu que se diría incompatible con su físico.

¿OTRO PELE?..No es nada fácil definir el juego de Maradona. Es de tanta complejidad que, en su caso, cada adjetivo necesita una apostilla, una matización. No es brillante e histórico, a la marca de del soberbio Pelé, pero su eficacia es tan rotunda cuando lanza desde ángulos inverosímiles, esos disparos potentísimos hacia el arco, mediante un pase escueto y preciso como un teorema, pone en movimiento una irresistible operación ofensiva, que sería injusto no llamarlo espectacular, un jugador que torna un partido en una exhibición de genio individual (o en un "recital", como dijo un crítico, con excelente puntería de su desempeño frente a Hungría).

LOS IDOLOS.-Los pueblos necesitan héroes contemporáneos, seres a quienes endiosar. No hay país que escape a esta regla. Culta o inculta, rica o pobre, capitalista o socialista, toda la sociedad siente esa urgencia irracional de entronizar ídolos de carne y hueso ante los cuales quemar incienso. Políticos, militares, estrellas de cine, deportistas, cocineros, play-boys", grandes santos o feroces bandidos, han sido elevados a los altares de la popularidad y convertidos por el culto colectivo en eso que los franceses llaman con buena imagen los monstruos sagrados. Pues bien, los futbolistas son las personas más inofensivas a quienes se puede conferir esta función idolátrica

EL CULTO.-Ellos son, claro está, infinitamente más inocuos que los políticos o los guerreros, en cuyas manos la idolatría de las masas se puede convertir en un instrumento temible, y el culto del futbolista no tiene las misma frívolas que enrarecen siempre la identificación de la arista de cine o de la musaraña de sociedad. El culto al as del balompié dura lo que su talento futbolístico, se desvanece con éste. Es efímero, pues las estrellas de fútbol se queman pronto en el juego verde de los estadios y los cultores de esta religión son implacables: en las tribunas nada está más cerca de la ovación que los silbidos.

UN ARTISTA.-Es también el menos enajenante de los cultos, porque admirar a un futbolista es admirar algo muy parecido a la poesía pira o una pintura abstracta. Es admirar la forma por la forma, sin ningún contenido racionalmente identificable. Las virtudes futbolísticas -la destreza, la agilidad, la velocidad, el virtuosismo, la potencia- difícilmente pueden ser asociadas, a conductas inhumanas. Por eso, si tiene que haber héroes, ¡que viva Maradona!.

Mario Vargas Llosa, escritor peruano

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