(Ya sé que a la lepra le parece bien que sufra Casale, pero el canalla Casale, en este momento, vale por Argentina entera; quien no sepa de qué estamos hablando puede aprovechar la conexión a internet, teclear" Viejo Casale " o " 19 de diciembre de 1971 " , que es el nombre del relato, en el buscador, y leer, en memoria de Roberto Fontanarrosa, el mejor cuento de fútbol de todos los tiempos).
Ahora tocará ensañarse con Maradona, que al fin y al cabo era sólo Maradona, un tipo que fue el mejor futbolista y tras muchos tumbos, adicciones y sandeces fue colocado en el banquillo como última solución, como mamá-amuleto, porque los técnicos profesionales llevaban décadas sin sacar jugo de la selección; tocará añorar a Zanetti y Cambiasso, cuando lo que sobraba en la parte trasera eran años y experiencia; tocará preguntarse si Messi es tan bueno como dicen, aunque sepamos que sí lo es.
Debería ser el momento de preguntarse por qué Argentina funciona a la argentina, es decir, por qué no funciona, pero eso es inútil: no se va a resolver precisamente ahora uno de los grandes misterios del siglo XX.
El caso es que Argentina no es Alemania. La selección alemana es el producto de un trabajo a largo plazo realizado por dos técnicos de mediana cotización, Klinsmann y Low: obtuvieron un discreto tercer puesto en su propio Mundial, en 2006, pero no hubo revoluciones y la federación siguió apostando por un equipo joven. Fueron subcampeones de la Eurocopa en 2008 y campeones de la Eurocopa sub 21 en 2009. Sin tener ningún futbolista fascinante (por favor, no alucinemos), tienen un equipo espléndido. Y el fútbol es, entre otras cosas, eso: un juego colectivo.
Argentina, en cambio, prefiere los milagros. Como, y que me perdone la lepra, la palomita de Poy o, puestos en lo máximo, la cabalgada de Maradona el 22 de junio de 1986.
A mí también me gustan más los milagros. Pero con esta Alemania parece que no valen.
por Enric Gonzalez
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