Cuestionar a los árbitros y justificar derrotas por ausencia de peso en los órganos de poder es algo repetitivo desde sus inicios. Calcula el momento, nunca pierde por el planteamiento ni por los cambios ni la gestión de la plantilla. Si cae eliminado lanzará el marrón a la propiedad o en su defecto a la directiva. Así lo hizo tras caer en el Camp Nou con el Chelsea en 2006, la eliminación se debía a que el Chelsea no tenía peso en UEFA, ni en el estamento arbitral. No se detuvo allí, dijo que para ganar la Champions sólo necesitaba que Abramovich se espabilara como debe hacerlo ahora Florentino. Con el Inter más de lo mismo, quizás encuentre a faltar ese Pinto Da Costa, presidente del Porto, que era el principal acusado del “silbato de oro” por la compra de partidos.
Sobre la manera de gobierno sólo hay fuertes y débiles. A los lesionados no los quiere cerca y entiende que hay dos categorías de futbolistas, los suyos y los demás, amén de los que son víctimas de su liderazgo. Estos son los que no llegan bajo su tutela, no es amigo de contar con los jóvenes. No se le recuerdan muchos canteranos. Este año le ha dado a Canales, Pedro León, Albiol y Ramos para salir a exigir la renovación de Pepe – sólo puede conseguir encarecerla – y pedir a Hugo Almeida como en el Inter había pedido a Quaresma y en el Chelsea a Paulo Ferreira e Hilario, fichajes extraños que compartían negociante y que nunca fueron utilizados ni como primeras ni como segundas opciones.
Falta saber cuál será su futuro. Irá a un grande según él tras su paso por el Madrid, está tranquilo sabe que es muy bueno pero no se ha visto el historial. El Madrid es la silla eléctrica, nadie sale de ahí a un club mejor, y dado lo que cobra y sus exigencias, hacen que no sea sencillo que Mourinho sea un entrenador por el que volverse loco. El Liverpool no le puede pagar, en el Arsenal sería la hecatombe y el United que quieren que les diga lleva años jugando a otra cosa. Como siempre manda el dinero, tendremos que recordar que el City era el grande de Manchester.
Futbolitis - Marcos López
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