Comentaba esta semana cuando me preguntaban por mis favoritos en la Champions que situaba al Bayern en el segundo escalón de candidatos. Sólo por detrás del Barcelona y el Real Madrid -los indiscutibles punteros en todas las casas de apuestas y análisis previos- y en el mismo grupo de perseguidores en el que estarían el Manchester United, el Manchester City y el Chelsea. Anoche, el conjunto bávaro se enfrentaba a un desafío exigente: debutaba en el grupo más duro -quizá el más duro desde que se introdujo el actual formato de competición-, fuera de casa y ante un equipo que ya había demostrado la temporada pasada cuando visitó el Camp Nou y el Bernabéu que es capaz de discutirle la posesión a los conjuntos más poderosos, tuteándolos incluso. El examen lo pasó el gigante alemán con matrícula de honor: ganó con claridad, siempre se sintió cómodo, tuvo el control del balón, pasó escasos apuros en defensa y si no goleó fue porque tuvo su peor desempeño en la fase de finalización. Se comportó de forma parecida a como lo había hecho en Zurich en la fase previo: mostrando una superioridad total. Lo notable es que ayer tenía en frente al Villarreal.
Condicionantes: sin Borja, sin Robben
A ambos equipos les faltaba uno de sus jugadores más importantes. Borja Valero al Villarreal y Arjen Robben al Bayern. Acabó pesando más la ausencia del centrocampista español. Y en cierto modo fue lógico: no porque Borja sea mejor jugador, sino porque el Villarreal tiene menos capacidad para sustituir a un futbolista como él. Robben, uno de los extremos más desequilibrantes del mundo, aumenta el enorme potencial en ataque del cuadro de Heynckes, pero su baja es menos trascendente cuando su entrenador puede alinear a Ribéry, Müller y Kroos en tres cuartos. Que ayer viéramos tamaña exhibición nos debe llevar a pensar en un Bayern pletórico cuando disponga del holandés en la derecha y mantenga el nivel del francés en la izquierda. El ex del Marsella ya había brillado en el 7-0 ante el Friburgo y anoche le hizo pasar un calvario a Mario Gaspar, dándole una amarga bienvenida a la élite europea como aquella con la que obsequió a Gassama en un recordado Lyon 2-3 Bayern de diciembre de 2008. Juan Carlos Garrido quiso desconectar la conexión Kroos-Schweinsteiger presentando un centro del campo repleto de teóricos medios centros: Marchena, Bruno y Senna, con De Guzmán de media punta. Se encontró entonces con dos torbellinos por los costados. A menudo, torbellinos dobles, porque Rafinha, cuando ingresó, profundizó regularmente asociándose con Müller. Si algún pivote acudía al rescate hacia el costado, como hizo Senna en el 0-1, la zona central quedaba desguarnecida y lo aprovechaban los llegadores bávaros. Al final, la explicación fue simple: demasiado Bayern para un Villarreal que, no lo olvidemos, está acometiendo una profunda regeneración en su línea defensiva. Tres de sus zagueros titulares de anoche, Català, Gaspar y Musacchio, formaban parte del filial hace poco más de un año. El cuarto, Zapata, acaba de llegar.
Kroos-Schweinsteiger: más posesión
El principal beneficiado de la llegada de Heynckes al Bayern es Toni Kroos, que había brillado con su actual entrenador en el Leverkusen cuando jugó cedido en el club de la compañía farmacéutica. Kroos se siente querido y la confianza consigue que su fútbol crezca hasta el punto de que Löw ya se esté planteando seriamente juntarlo con Schweinsteiger en el doble pivote de la selección alemana en la Eurocopa 2012, lo que constituiría un enorme atrevimiento. Ayer en Villarreal ambos se buscaron permanentemente, beneficiándose además de tener por detrás una red de seguridad en Tymosckuk. Cuando Kroos actúa en la media punta, el Bayern es más asociativo, porque él es más centrocampista que Müller -que es más atacante-. Esta pareja fue clave para que el equipo bávaro dominara la posesión y tuviera siempre múltiples alternativas a la hora de distribuir.
Un Badstuber que crece
por Axel Torres
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