Fue en Irún, hace ya dos años largos. De la Red cayó fulminado. Felizmente, y al revés de lo que les ha pasado a otros compañeros, regresó de aquello. Desde entonces se abrió un periodo de incertidumbre que sólo finalizó ayer, cuando entre lágrimas, en un acto de verdad emotivo, anunció que se retiraba. Durante meses alimentó la esperanza de regresar, se hizo exámenes, buscó criterios médicos. La desgracia es que nadie pudo garantizarle nada, porque no se encontró la causa precisa del desmayo. Un episodio cardíaco misterioso. Una amenaza latente, ante la que los médicos se quedan sin respuesta.
Hay que ponerse en su lugar y hacerse la idea de lo que esto ha supuesto para él. Ser futbolista de elite es un privilegio como pocos. No se llega fácilmente. Hay que pasar muchos filtros, esforzarse, ir dejando atrás etapas. De la Red había llegado tan lejos como se puede soñar: jugador del Real Madrid y de la Selección, campeón de la Eurocopa. De repente, todo se le esfuma sin que nadie le pueda explicar por qué. Parece cruel, y lo es. De la Red, como todos los futbolistas, vivía en el regazo de un mundo feliz y despreocupado, el fútbol, y ahora a se ve privado de unos privilegios envidiables.
Pero, veámoslo del mejor modo posible, tampoco ha sido arrojado a las tinieblas exteriores. El Madrid le ha incluido en su estructura de técnicos de la cantera. Bien hecho. Napoleón decía que un ejército se diferencia de una banda en que el ejército recoge a sus heridos, no les deja tirados en medio de la nada. De la Red era el primer canterano con grandes posibilidades desde Casillas. Ahora será uno más en la tarea de reconstruir una cantera que anda medio seca. Es un hombre joven, con algunos ahorros ya, una familia propia, un trabajo, un futuro. Ya no es futbolista, pero tiene una vida por delante.
por Alfredo Relaño
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