La Egoteca debería poder consultarse en la Red. Ahora mismo me serviría de mucho: seguramente encontraría en ella no sólo ideas, sino alguna explicación del nuevo milagro alemán. La Egoteca es la obra completa de Pepe Comas, un gran periodista que encuadernó (25 tomos) todos sus artículos, muchos de ellos obras maestras, y le puso ese nombre. Pepe fue corresponsal en Alemania en tres épocas distintas: de 1981 a 1985, de 1994 a 1998 y de 2003 a 2008. Solía hacer unas crónicas admirables. A mí me parecía, sin embargo, que su mérito más singular consistía en su capacidad de disfrutar con el fútbol alemán. Y no me refiero sólo a la selección o a los partidos de altos vuelos, sino a un Bochum-Nuremberg, o un Hertha-Wolfsburg: material para paladares preparados. El de Pepe era un paladar especial.
Pepe llegó a Alemania cuando aún brillaba el, para mí, último fogonazo de una era dorada de la “mannschaft” que abarcó desde mediados de los 60 hasta mediados de los 70. Es decir, la carrera de Franz Beckebauer . Pero también de Günter Netzer, e incluso de Wolfgang Overath. El último fogonazo al que me refería fue la deslumbrante irrupción de Bernd Schuster en la Eurocopa de 1980.
Lo que vino luego tuvo éxito, pero ya no fue lo mismo. El fútbol de los Rumenigge, Matthaus y compañía desembocaba indefectiblemente en un cañonazo desde medio campo o en la cabeza de un tipo grandullón como Hrubesch. Era práctico y eficaz. Sólo eso. Los futbolistas alemanes de los 80 y los 90 me parecieron sobrevalorados. Salvaría a Klinsmann, que era irregular pero transmitía algo parecido a la alegría cuando jugaba. En su segunda etapa alemana, a mediados de los 90, Pepe se encontró con una selección seriamente mediocre, eliminada por Bulgaria en 1994 y por Croacia en 1998 (y aún así, ganadora de la Eurocopa en 1996 ).
Pepe Comas era capaz, sin embargo, de percibir y apreciar una cierta calidad estética en aquel fútbol industrioso y tenaz, del que conocía hasta los matices más íntimos. Alguna vez habíamos discutido sobre eso, y discutir con Pepe sobre una cuestión de las que dan sentido a la vida (para Pepe, el fútbol era una de esas cuestiones) constituía una actividad de alto riesgo: el hombre no sólo era inteligente y mordaz, tenía además un carácter explosivo.
Cuando Pepe se instaló en Alemania por tercera vez, empezaba a asomar una nueva generación de futbolistas: los Scheweinsteiger, los Mertesacher, los Podolski, los Lahm. Durante el Mundial de 2006 escribió sobre ellos y sobre “la revolución de Klinsmann”, que ahora continúa Löw: velocidad, espacio, un solo toque, un fútbol grácil que no se parece en nada a un panzer ni a una cadena de montaje. El mismo Pepe reconocía que aquello podía ser el principio de algo importante.
Me gustaría conocer la opinión de Pepe Comas sobre este nuevo fútbol alemán, cuya floración empezó en 2006 y quizá esté ya cuajando. Él, que soportó estoicamente el juego trotón de Magath y cientos de salidas de Kahn con los pies por delante, disfrutaría mucho, supongo, viendo ahora a esta selección . También le encontraría alguna pega a la nueva mannschaft, porque la tiene, seguro. Al menos una: no es tan buena como será dentro de unos años. Lamento que Pepe, fallecido en 2008, no esté para contarlo.
por Enric Gonzalez